viernes, marzo 24, 2006

XIII Quien espera desespera
















Miré el reloj, todavía no llegaba, pensé que no era prudente esperar más, tenía ganas de llorar, que se cague, pensé, él me había dicho que vendría a las nueve y no aparecía. Me fui, cansada de esperar. Pablo y su primer mentira...

Bajé del bondi y pregunté la hora a una señora que pasaba, diez y cinco me contestó, cinco minutos no es mucha demora, corrí hasta la plaza, al llegar busqué a Mariana entre la gente pero no la encontré, me senté a esperar. Pensaba en la impuntualidad y lo molesto de esperar, se acercó un flaco con un vino y me pidió un cigarrillo y le ofrecí uno al tiempo que me tendía el vino para que tomara. Comenzamos a hablar largo rato, fumamos varios cigarrillos y acabado el vino nos tomamos unas cervezas. Ya habían pasado varias horas cuando me levanté y caminé hasta un bar a preguntar si no sabían de un lugar donde bailaban tango, en la puerta un tipo me dijo:
- Me das un cigarrillo...
- No tengo...
- Dale esos que tenés en el bolsillo.
- No tengo...
- Pero sí, si tenés ahí en el bolsillo.
- ¿Pañuelos descartables querés?- le dije sacando el paquete de pañuelos -
- Dale, dame un cigarrillo.
- Loco, te dije que no tengo, no entendés, cómo querés que te dé algo que no tengo.
- Dale dame un cigarro...
- Se me acabaron, no tengo...
- Dale dame uno maricón.
- Por qué no te vas a la mierda, te voy a romper la cara.
- Dame un cigarrillo.
Me acerqué y lo miré a los ojos, frente a frente, al primer movimiento que hiciera lo surtía. No dijo nada, se rió y se fue. Entré al bar y no me supieron indicar de ningún lugar parecido, me dieron un par de direcciones y me fui, ya hacía demasiado que esperaba. Recorrí todos los bares sin encontrar a Mariana, cansado de esperar me fui hasta la parada del colectivo. Continué esperando, ahora era el puto colectivo el que no venía. Pasaron dos chavales en bicicleta mirando demasiado, doblaron en la esquina, al rato aparecieron caminando y se acercaron:
- Dame una moneda loco.
- No tengo.
- Te estoy diciendo que me des la plata, o querés ligar.
- No tengo.
- No te hagás el bonito porque te corto.
- No tengo...
Sacó un cuchillo y antes de que pudiera ensartármelo salí corriendo, me corrieron unos metros y pegaron la vuelta. Me quedé en la plaza un rato hasta que vi que ya se habían ido, regresé a la parada y apareció un colectivo que me sacó de allí. Fui hasta la casa de Mariana y toqué el portero. Nadie contestó. Me tomé una cerveza mientras pensaba qué hacer, volví a la casa de Mariana y nadie contestó. Saqué una postal de mi mochila y escribí: Hi Mariana, aquí estoy en la puerta de tu fuckin' edificio esperando, te esperé en la plaza muchas horas y como quien espera desespera te dejo esta misiva que espero recibas, doce pastillitas de colores todas en fila navegando por mis venas, te quiero. Pablo... La tiré por debajo de la puerta y me fui, en la esquina nuevamente me tentaron los problemas, unos borrachos que querían pelea, los miré y casi se caen solos, me reí y seguí caminando abriéndome paso entre medio de ellos... Escuché unos gritos que luego se apagaron...

lunes, marzo 20, 2006

XII Puedo olerte hijo de puta

















Tenía llaves de lo de Valeria y decidí entrar sin tocar timbre, apenas podía mantenerme en pié, el ácido me estaba pegando con todo su esplendor. Entré al cuarto y encontré a Vale cogiendo con un flaco que desconocía. La habitación impregnada del ácido olor y Valeria (quien hubiese dicho que ella iba a estar garchándose a esa basura) Primeramente intenté pelear con el flaco pero apenas podía moverme, me encajó una piña y quedé K.O. Sería mejor salir de allí antes que me matara. Regresé a los brazos de las alemanas.
Ese hijo de puta por fin se había ido, al fin conocía al famoso Johnny Jell, borracho de mierda. Valeria se puso histérica, traté de calmarla pero fue en vano.
Nunca hubiese imaginado que Johnny caería en ese momento, lo quería pero guardaba un fuerte amor por el Loco, por suerte se fue, estaba dado vuelta, terminaría en algún bar si es que terminaba. El Loco me abrazó, pude ver que su pierna vendada necesitaba atención.
- ¿Qué te pasó?
- Una larga historia mujer...
- Contámela.
- Mañana, no es precisamente hablar lo que quiero hacer... - Se fundieron en un solo cuerpo en esa ácida cama.
A un par de cuadras de la casa de las alemanas estaba cuando un chaval me golpeó y empezó a patearme. Creo que tuve suerte, alguien se metió a defenderme. Eran dos contra uno, apareció un tercero que gritó:
- ¡Jimy, Toto, vámonos que viene la cana!
El flaco que me ayudó se presentó con un extraño nombre: Hank. Me dejó en la puerta del edificio y desapareció en la oscuridad de la noche.
Al abrir la puerta pude ver a un Johnny todo hecho mierda y golpeado. Ni hablar podía. Sabía que Ive se lo había cogido, ella me lo había contado, ahora nos tocaría ser las enfermeras de ese alcohólico en potencia... Bah, si alcohol era lo más sano que tomaba. Estuvo vomitando sangre toda la noche, luego le subió la fiebre y más tarde comenzó a delirar, Ive me dijo que había tomado un ácido, para peor, con lo golpeado que estaba y ¡no sabíamos qué le había pasado!
Jimy nuevamente golpeando a alguien, esta vez a un borracho drogón, para colmo saltó un chabón a entrometerse y ahí tuve que saltar yo. El hijo de puta peleaba bien, era un digno rival, pero eso no bastaba, si Aníbal no nos hubiese pegado el grito lo hubiésemos matado.
Pude sentir la hoja afilada desgarrando mi carne, ardía, pronto me llené de sangre, el hijo de puta de César me había sorprendido en la puerta de casa. Me dejó allí, tal vez pesando que estaba muerto, pensé en Vero y me dormí.
Desperté y Valeria había bajado a comprar el diario. Esperé. Llegó entusiasmada comentándome que habían volado una comisaría y habían escapado unos presos. Comencé a ojear el diario y encontré un recuadro que decía algo acerca de un tipo que había sido apuñalado en Avellaneda. Recordé de golpe a Hank, buen tipo. Pensaba volver a visitarlo algún día, pensaba...
Corría por un monte, alguien me perseguía, sentía su presencia cerca. Desperté de la alucinación repentinamente, Natalie me miraba sorprendida preguntándome en un desarticulado castellano, qué me había sucedido, intenté responder pero el rojo invadió mis ojos y regó ese monte de sangre, por donde ahora reptaba a falta de piernas, era horrible sentir que el perseguidor me mataría prontamente, grité.
Desperté, Natalie trataba de calmar a Johnny, tipo raro había resultado, estaba gritando como loco, el ácido le había pegado mal y estaría alucinando. Noté su ojo negro y que nuevamente escupía sangre. Estaba realmente mal ese muchacho. Muy pero muy mal. Encendí otro porro, parecía un buen momento, necesitaba olvidar los gritos, que Natalie se encargara de Johnny, al fin y al cabo ella lo vio primero.

domingo, marzo 19, 2006

XI Dos Chevys
















Había arrancado ya demasiado copeteado esa noche, no pudiendo resistir los seis vodkas más toda la cerveza acumulada durante la tarde, vomité. Esa tarde había sido una larga borrachera, la Turca había llegado a visitarme y habíamos hecho el amor durante mucho tiempo. Mariana me había abandonado en aquel calor insoportable, hacía días que disfrutaba de las playas brasucas, Claudia no estaba en casa, igualmente si hubiera estado no hubiese modificado mi actitud. Claudia había cortado con su novio y nuestra relación se iba intensificando pero siempre al margen de una exclusividad sexual, o eso nos hacíamos creer. La Turca me invitó a una fiesta en La Plata, una fiesta de estudiantes de no sé qué mierda. Para la ocasión me tenía preparada una sorpresa. Me llevó a una casa de la cuál no recuerdo la dirección, era la casa de un amigo que veraneaba en Brasil, en el garage había un Chevy estacionado con las llaves en la guantera. Desperté en el asiento delantero del Chevy, la Turca manejaba a gran velocidad por una ruta, fierrera la guacha como su padre, me dormí. Desperté más tarde ya en la fiesta y realmente necesitaba despertar. La Turca me besó y me dijo:
- Clave verde, Pablo.
- ¿Ahora?
- Esa rubiecita que está allá me gusta...
Pero no tiene mucha teta...
Yo sí.
Ya lo creo... - allí comenzaba el juego.
Me acerqué a la rubia y hablé algo con ella, estaba demasiado fiacoso como para chamuyar:
Esta fiesta es una mierda.
Sí, apesta.
Sabes... podríamos largarnos de acá...
Apoyo tu moción.
Ya la Turca y Adriana, así se llamaba la rubia, se habían hecho amigas y se habían esnifado un par de líneas en el baño. Pusimos un casete de música electrónica que comenzaba a surtir efecto, nos tomamos otras líneas antes de partir...
Pablo me caía bien, se reía constantemente y su sonrisa era hermosa, la Turca me caía bien, recordé que la quinta de mis padres estaba vacía y podíamos ir a allí por el fin de semana... salvaje...
Tengo las llaves de una quinta...
¿Lejos?
No... podemos ir en el auto y en una hora y media llegamos.
Vamos.
Armá un porro antes.
Pablo no se resistió y armó unos cuantos tronchos, siempre guaso como era, no tenía límites para nada, ni para fumar ni para garchar, ni para clave verde... Arrancamos, siempre yo al volante, hicimos unas cuadras y paramos a cargar nafta. En el baño me tomé un par de líneas más con la rubia mientras Pablo esperaba en el auto, le dije que le había puesto un ácido a Pablo, uno de los que a él no le gustan, me miró asustada:
- No pasa nada flaca está todo bien...
Al salir de la estación me llevé puesto un arbolito y Pablo, preventivo, tomó el volante.
Al primer semáforo que paramos se nos puso otro Chevy a la par, adentro iban cuatro flacos que empezaron a gritarnos cosas y cuando se puso el semáforo en verde nos tiraron el auto encima, la Turca le gritó a Pablo que acelerara, él obedeció y pronto nos encontramos en una picada-persecución. Uno de los flacos sacó un arma y apareció un patrullero como de la nada. Pronto el otro Chevy dobló en una esquina y el patrullero dobló tras ellos. En el siguiente semáforo un policía se acercó:
-Buenas noches, ¿tienen prisa?
-Vamos a casa de mi madre a una cena.
-¿A las dos de la mañana?
-Estamos llegando tarde oficial...
-¿Me permite su registro?
-Eh... con el apuro me lo olvidé en casa...
-Bueno en ese caso... ¿tenés una gamba?
-(Hijo de puta yuta bonaerense tenía que ser) No.
-Qué lástima, me van a tener que acompañar a la seccional...
- Rajemos Pablo... - susurró la Turca.
No lo pensé más y aceleré, atrás quedaba el cana dando vueltas, enfilamos para la quinta, la Turca se esnifó otra línea luego se volteó y empezó a besar a Adriana... Yo siempre atento al volante, abstraído...
Decidimos dejar de lado al Chevy roñoso y doblamos, para nuestra total cagada el patrullero nos siguió a nosotros, empezó allí la cacería, feroz huida emprendimos por calles oscuras, Jimy sacó el arma por la ventanilla y comenzó a disparar. Toto y Julián iban atrás bien sujetos al asiento. Yo veía las calles como se deslizaban debajo de las ruedas del Chevy naranja oxidado.
El patrullero quedó tumbado boca abajo, el vuelco y la embestida habían sido tremendas, Jimy bajó del auto y se acercó al patrullero, se escucharon unos tiros, volvió con las armas de los policías que había rematado. Sonreía con los ojos inyectados en sangre. Aníbal le dijo:
- Calma Jimy, ya vamos por lo nuestro...
Jimy me dio una pistola, me daba asco esa mierda que había pertenecido a un yuta, pero gozaría matando a los hijos de puta que me robaron la identidad... Toto se negó a tomar el arma, le duró poco el berrinche, pronto imaginó dispararle a su hermano. Sonrió malévolamente, ya era parte del club, los cuatro armados y dispuestos a matar...
Para cuando llegamos a la quinta ya no sabía cómo me llamaba, seguimos tomando merca por un buen rato hasta que la Turca sugirió que nadáramos en la pileta, Pablo aceptó de inmediato, yo dudé, no me sentía como para entrar al agua.. La Turca se zambulló de cabeza con ropa, luego Pablo se desnudó totalmente y se zambulló también. Yo decidí entrar despacio, el agua estaba un poco fría y la oscuridad me asustaba, luego comencé a sentir una fuerte presión en mi cabeza, como si fuese a estallar. Pronto Pablo estaba penetrándome, la Turca observaba y me besaba la oreja, me sentía mal, el juego dejó de ser gracioso, me sentía mal y quería que acabara esa situación, comencé a llorar y pronto sentí que me golpeaban.
Adriana tenía miedo, se desvaneció en el agua. La Turca me dijo:
-y a esta pendeja que le pasa?...
La pendeja estaba en un mal viaje, de pronto, me encontré cogiéndomela, la Turca me había metido algo, o yo estaba demasiado loco. De un momento a otro escuché llorar a la rubia mientras yo la penetraba violentamente en el agua.
Mientras Pablo se la cogía se desmayó. La golpeamos un poco para que reaccionara pero nada. Pablo se desesperó y se empezó a poner violento. El juego se nos iba de las manos, pronto la rubia comenzó a convulsionarse... Pablo salió de la habitación y decidió incendiar la cocina. El juego se me iba de las manos, golpeé a Pablo en la cabeza hasta dejarlo desmayado y lo subí al auto, luego subí a la rubia y arranqué buscando un hospital. Luego de un largo y frenético camino llegué a la puerta de un hospital y la arrojé allí, mientras me iba pude ver que un enfermero salía a ver qué pasaba, esa fue la última vez que vi a la rubia, Adriana. Pobre flaca no se la bancó. Puse un casete de Creedence y manejé hasta casa con Pablo durmiendo como un angelito...

miércoles, marzo 15, 2006

X Apaga ya esa luz

















Por enésima vez sentí un escalofrío y el dolor recorrió mi cuerpo. No podía dormir y decidí salir al balcón a tomar aire. Hank se despertó y me ofreció fumar, acepté, tal vez de ese modo se me pasara el dolor. Del chabón que me pegó el tiro ni noticias, cuanto más lejos mejor pensé. Decidí hacer una llamada telefónica, ya estaba podrido del contestador de Valeria. Hank señaló hacia un rincón donde pude reconocer debajo de unos diarios y papeles el paleolítico teléfono.
- Hola...
- ¿Valeria?
- Sí, ¿quién habla?
- El Loco...
- ¡Hola! ¿Dónde estás?
- En Avellaneda...
- Venite para acá, tengo ganas de verte.
- Estoy medio cagado chavala...
- ¿Qué te pasó?
- Riñas callejeras...
- ¿Dónde estás ahora?
- En casa de un amigo...
- Te invito a cenar...
- Acepto.
- ¿Venís?
- Estoy saliendo para allá...
- Bueno, te espero, un beso.
- Chao...
Hank miró por la ventana mientras calaba hondo su cigarro, permaneció en silencio un rato. Tenía sueño, no había comido bien en días y Valeria era una hermosa mujer. Hank sonrió, luego mirándome dijo:
- ¿Tu chica?
- Algo parecido...
- La chica de otro...
- No lo sé... Me voy, gracias por todo Hank.
- Todo bien Loco, suerte.
Salió rengueando, bajó las escaleras y se perdió en la calle, me caía bien ese tipo, algo me decía que volveríamos a vernos. Cerré la puerta y me acosté a dormir, si es que esa noche pudiese dormir sabiendo que mi cabeza tenía precio.
El viaje fue más largo de lo que pensaba, ese colectivo me estaba volviendo loco, cabeceaba, dormitaba y siempre despertaba con el dolor subiéndome por el cuerpo. Bajé por fin de ese insufrible colectivo y caminé muy lentamente hasta la dirección que tenía en ese viejo recorte de diario. Toqué timbre y contestó Valeria. Podía sentir que estaba contenta con mi llegada. Abrió la puerta y me miró con una sonrisa, era bueno ser bienvenido. Me besó, hacía tiempo que no besaba a Valeria, me esperaba con la comida preparada, tal como lo hiciera tiempo atrás. Ese era un grato encuentro, hacía tiempo que no nos veíamos y sabíamos que era agradable para ambos. El teléfono sonó, pero Valeria no contestó. Siguió sonando...

sábado, marzo 11, 2006

IX La papaya asesina


















Frenéticamente los cuatro allí sentados observando los garabatos en el plano, fumando, rabiando a más no poder, en esa habitación húmeda y oscura, con días y días de encierro tal cual una tumba...
Tenía ganas de golpear al milico que nos decía que Jimy y Toto estaban incomunicados, salimos de la puta comisaría con ganas de matarlos a todos. Nos alejamos por Tacuarí mientras le decía a Aníbal:
- Hay que sacarlos, de alguna manera hay que sacarlos, por las buenas...
- O por las malas...
- Volemos la comisaría. - Continuamos caminando pensando cómo concretar mi plan.
El odio que me inspiran los milicos es tremendo, hijos de puta mal nacidos, milicos, gendarmes, soldados, hijos de puta mal nacidos... Toda mi vida fue una mentira hasta hace cinco años, toda mi vida fui Juan Martínez, de acuario, con razón nunca el horóscopo me salía bien, si soy de cáncer y me llamo Julián Gómez... La puta madre, venir a enterarme que mis viejos no son mis viejos, son unos conchudos de mierda que me robaron al nacer. De mis verdaderos padres nunca pude saber dónde mierda los tiraron, si al puto río de La Plata, a una hoguera en Bahia Blanca o a la concha de remilputa pachamama... Veo a un milico y quiero matarlos a todos, ¿con qué derecho me robaron la identidad? Y mis putos padres, los otros, los falsos, los que me engañaron durante diecisiete años, los conchudos impostores que me arrancaron de los brazos de mi madre mientras ella se desangraba en continuas hemorragias e infecciones, diecisiete años de mentira, de silencio lapidario, ¡hijos de puta! Los condeno a ellos como a los putos milicos que mataron a mis padres. Dicen que van a salir las indemnizaciones, al Pato le garparon buena mosca, se la fumó toda... Si me pagan voy a volar a Etchocolate, conozco a un flaco en la facultad que vive en el edificio donde está ese hijo de puta, mierda lo voy a hacer. MIERDA. Pero antes tengo que sacar a Jimy y a Toto de esa puta comisaría. Mierda los voy a hacer cobanis del orto...
Julián está re-sacado debe estar maquinando con su mambo de identidad. Y tiene razón. Somos muchos los cogidos por la sociedad. A mí también me cogieron, en ese neuropsiquiátrico. Dos años me llevó hacerles creer que estaba curado, pero soy más inteligente que ellos, tuve que hacerme bueno para salir, tuve que dejar latente mi instinto asesino por mucho tiempo, ya es hora de despertarlo. Durante toda esa pesadilla fui un cobayo de los putos psiquiatras, experimentaron todo tipo de drogas y tratamientos que en vez de curarme alimentaron mi odio y mi instinto. Mierda los voy a hacer, cuando salí de esa mierda sentí que me los cogía a todos, pelotudos freudianos se la estaba dando por el culo. Cuando saquemos a Jimy y a Toto, se van a arrepentir de habernos hecho lo que nos hicieron. La sociedad toda sabrá quienes somos, hay que acabar con esta farsa de una puta vez. Hay que acabar...
Putos barrotes, si tan solo tuviera la fuerza de Superman, saldría y los haría percha. Encima Toto duerme, infeliz si tan sólo me hubiera ayudado a reventar a esos punkis... Y la policía justo cayó ahí. Siempre quise ser un súper héroe, tener poderes para ayudar a los indefensos y los oprimidos, tener una doble identidad, ser Pablo Estévez periodista del Daily La Plata y Bill Doom, súper héroe cuando la justicia me necesite. A mi tía la mataron para robarle doscientos pesos el año pasado. A mi abuela la asaltaron cinco veces y la última la fajaron. A mi hermano lo mató la policía y a su novia la violaron los yutas del reputo orto... ¿Dónde está la justicia en este país? Bill Doom iba a acabar con toda esa inseguridad que regaba las calles... Y en su primer noche de patrulla lo cagaron a patadas una bandita de punkies que robaban en el Parque Centenario. En el parque España lo fajaron por defender a una víctima inocente y otra noche se lo llevó la policía porque estaba "encapuchado"... Incultos, un súper héroe debe ocultar su identidad, encima se me cagaron de risa de mi traje, tanto esfuerzo puse en confeccionarlo y los conchudos se atrevieron a llamarme payaso... Después de eso a la mierda con este mundo de mierda, tomé prestada la pistola de mi tío Julio y salí a la calle a balear a todo aquel hijo de puta que quisiera delinquir, bueno y a todo aquel que se me cague de risa de mi campera de cuero... Ahora soy como el Cuervo o Terminator... Hasta la vista rastaman... Así baleé a unos cuantos hasta que llegó la policía y se me acabaron las balas después de bajar a un fuckin' rati... Y Toto justo estaba ahí, lo conocí hace unos meses cuando unos viejitas me estaban dando una biaba del carajo, el chabón se metió a defenderme y los corrió a todos, ahí me di cuenta que Toto era mi perfecto colega y que juntos podríamos luchar contra el mal... Pero el pajero sólo quiere matar a su hermano por una puta panadería... Celos de hermanos... Fuckin' panadero asesino. Putas rejas, si tan solo tuviera súper poderes, putos cómics...
Toda mi vida trabajando en esa panadería junto a mi padre. El imbécil de mi hermano un día se fue reclamando parte del negocio, viajó se lo gastó en putas, drogas, alcohol y joda... Y volvió a los tres meses hecho mierda y a pedir ayuda. Y mi viejo encima lo recibió con toda pompa y estruendo. Conchudo de mierda, yo quería irme, era yo el que soñaba con recorrer el mundo, si lo más lejos que llegué fue a Mar de Ajó. Era yo el que soñaba con viajes, minas y joda todo el día, ser un dandy, un longplay, o playboy o playmóbil o playpress o play-que-sé-yo-que-mierda... Y el conchudo de mi hermano me robó la idea y se fue. Encima volvió y mi viejo lo recibió y ahora atiende la caja de la panadería y se chamuyó a la Cecilia que estaba conmigo, si cuando venía a comprar unas baguetes me miraba amasar el pan y yo le regalaba una factura o una cremona. Y me enojé con el viejo y lo mandé a la mierda, a él, a la panadería, a mi hermano... Me fui tirando todas las canastas de pan y nunca más volví... Después conocí al boludo de Jimy mientras le pateaban el culo unos viejitas... Flor de boludo el Jimy, encima los amigos que me presentó, me mudé a esa casa toda hecha mierda, una casa tomada me enteré que es. Y el Julián y el Aníbal están re-chapita, y Jimy también... Pero tal vez me ayuden a vengarme matando a mi hermano y prendiendo fuego la panadería del viejo... Volarla como al Fuerte Apache o al Warnes...
Una fuerte explosión sacudió la celda, de pronto Julián y Aníbal abrieron la reja de la celda y nos sacaron de allí en un chevy naranja medio oxidado. No sé cómo lo hicieron pero lo lograron y un montón de patrulleros buscando... ¿qué? Ya nos habíamos dado a la fuga... Ya éramos prófugos... y armados...

viernes, marzo 10, 2006

VIII La espera

















Por más tranquilo que aparentara estar muy dentro mío corría un río caudaloso arrastrando mis dudas y angustia. Esa mañana actuaba en forma de bisagra, el suspiro contenido expulsado como aliviando un gran peso, o los ojos impregnados en lágrimas eternas. Una abuela con su nieta en un cochecito a mi lado, sus ojos tan bonitos, su sonrisa, toda la vida que despierta un niño y ese estigma sobre su ser. Miré a la abuela, ojos cansados, llorosos, ambivalencia entre el amor y la desesperación absoluta. Recordé a Tania y mi temor erizó mi piel. Saqué una pelotita de mi bolsillo y se la di a la nena que abrió sus ojos negros como maravillada ante esa pequeña pelotita verde, danzarina, que rebotaba y chocaba contra las paredes de aquella sala de espera y se alejaba danzando por los pasillos. Una mujer frente a mí con su mirada vacía me veía jugar con la nena, su rostro carente de toda sonrisa, su sangre, su estigma, el dolor, la desesperación. El travesti que reclamaba algo en ventanilla, la mujer que repartía folletos de una nueva esperanza de vida naturista, la pareja que esperaba turno para extracción, él reclamando ante la enfermera, ella al borde del llanto. Todos observándome jugar con la nena. Una doctora salió y llamó a alguien, la abuela se levantó y empujó el cochecito hasta un consultorio. Quedé botando la pelotita pensando y no pudiendo encontrar consuelo ante esos ojitos negros y ese estigma. Una doctora pronunció mi nombre, me levanté con coraje pensando en Mariana y queriendo olvidar lo que sabía, pero ya nada podía yo hacer, ni siquiera por mí. La doctora me miró y me hizo unas preguntas, luego sentenció: dio negativo- y todo ese peso que llevaba se esfumó y en mi cara se dibujó una sonrisa. Siguieron las preguntas y las respuestas, algunos silencios y luego me fui de allí, conservaba mi sonrisa cuando crucé la puerta y vi todos esos rostros ausentes, la mujer que antes había visto estaba llorando junto a una columna, me acerqué y estreché fuertemente su mano, intenté decirle algo ¿pero qué? ¿quién era yo para comprender su dolor? Nada, nada pude decirle, solo mirarla y acariciar su mano, escuchar su llanto y partir. Una ambivalencia muy fuerte me invadió, volví a mirar el resultado todavía no convencido. No reactivo, rezaba. Lo guardé en el bolsillo y bajé las gradas del hospital.

lunes, marzo 06, 2006

VII Johnny Jell visita el limbo

















Para Johnny era normal empezar el día con su infaltable vaso de ginebra. Ese día despertó en una cama ajena, el hecho no lo hubiese sorprendido si la voz que comenzó a escuchar le hubiese hablado en castellano, era una voz de mujer hablando en un idioma extraño y duro... Abrió los ojos y allí vio a Natalie, la alemana que había conocido la noche anterior en el Octoberfest, entre las cervezas y los pretzel... Recordó sin querer recordar demasiado y se perdió en las tetas de la alemana juguetona.
Hacía días que Johnny no veía a Valeria, lo más cercano a una novia que Johnny podía tener. Sin embargo cuando llegó a su casa encontró varios mensajes... todos comenzaban con la voz de Valeria. Cansado de escuchar todos y cada uno de los mensajes marcó su número telefónico y la puta voz de contestador. Sobrio como pocas veces decidió comer algo, abrió la heladera: estaba vacía.
Valeria cruzó la calle, tocó el timbre y por contestación recibió un bostezo de sueño...
- Soy yo Johnny...
- Oh, mujer... fuck... sube...
Ni bien abrió la puerta, Valeria lo llenó de besos, le recordaron a una ginebra añeja y cerró la puerta. Hacía tiempo que no hacía el amor con Valeria y se sintió extraño, más allá de que tenía hambre. Valeria lo invitó a su casa, pero en ese momento sonó el teléfono y una voz alemana invitándolo a comer. Sagazmente se deshizo de Valeria, no sin un extraño remordimiento y partió a su encuentro furtivo.
Natalie lo esperaba con una sabrosa comida, ni reparó en las tetas de la alemana, se abalanzó sobre la mesa a devorar todo lo que cayera en su plato. Se durmió. Tocaron el timbre, era Ive, una amiga de Natalie. Luego de hablar largo rato en un inentendible alemán Natalie salió dejando a Ive sola con Johnny, que todavía dormía placenteramente.
Cuando despertó, se encontró desnudo frente a aquella belleza y sin poder entender algo pidió fuego, Ive no entendió y le arrojó una pequeña caja, Johnny abrió la caja y encontró una pequeña piedrita de faso y algunas pepas...
- ¡Guau! ¿Puedo?
- ¡Oh, clarou!
- ¿Quién eres?
- ¿Mi? Ive... ¿Tu eres Johnny?
- Por supuestou... - sonrió mientras con sus ojos desnudaba a aquella mujer que tenía enfrente, la alemana sonrió sin entender demasiado- ¿Te gustaría echarte un polvo conmigo?
- No entiendo...
- Acércate, así te explico.
- No comprendo...
- Siendo así me acercaré yo- Se levantó y avanzó hacia ella tomándola por los hombros y buscando sus labios, la alemana comprendió perfectamente y al cabo de unos segundos se revolcaban en la cama de Natalie...
Ive era robusta de tetas grandes y buen culo y desde que había puesto un pie en Sudamérica no había dejado de fumar porro. Natalie demoró mucho tiempo, tal vez demasiado, Johnny pensaba en marcharse ya que debía encontrarse con Valeria, ¿pero quién era Valeria? Y al fin y al cabo estas alemanas eran muy sabrosas...
Johnny Jell reconoció en ese su día de suerte... El ácido comenzaba a hacer efecto...

sábado, marzo 04, 2006

VI Guerreros errantes

















El tren estaba llegando a la estación. El Loco estaba a un paso de bajarse y salir de allí, estaba molesto por el viaje, los viajes lo molestaban, lo enfurecían. Odiaba eludir a toda esa gente con su cara de pocos amigos. Odiaba a rabiar esa maldita situación que lo sumía a volver repentinamente a su estado natural. Cansado, harto, podrido hasta el culo de todos esos viajes relámpago buscando un lugar que lo aceptara sin condiciones ni problemas. Buscó un teléfono, marcó el número...
Un puto contestador, pendeja de mierda por qué carajo puso el contestador. Y ahora qué mierda hago es esta mierdosa ciudad. ¿Dónde habrá porro? Pendeja del orto por qué tiene que poner un puto contestador.
Salió de la estación y comenzó a caminar sin rumbo por la primer calle que encontró, esa ciudad era extraña, más extraña que todos sus viajes, o tal vez sea que luego de tantas drogas la realidad era más extraña que de costumbre. Era rara, muy rara esa ciudad, todavía faltaba la cereza...
Hank se despertó sobresaltado con golpes y gritos, reconoció inmediatamente la voz de Verónica y saltó de la cama tomando el primer pantalón que halló en el piso, salió al pasillo y furioso golpeó la puerta de su vecino. Más furioso abrió César que por toda contestación a su pregunta recibió un bruto portazo en la cara, rompiéndole la nariz, luego Hank se abalanzó sobre él descargándole fuertes trompadas en la cara y un doloroso rodillazo en los huevos que lo hizo caer al suelo, no conforme con esto Hank lo pateó reiteradas veces dejándolo escupiendo sangre junto a la heladera.
- ¡Te dije hijo de puta que si la volvías a tocar te mataba! Vero, agarrá tus cosas, no te quedás un día más con esta mierda.
Salieron del departamento rápidamente mientras César maldecía entre la sangre y el piso frío.
En la calle tomaron un taxi rumbo a la casa de su madre, El Loco doblaba en la esquina cuando ellos pasaban delante de él. Probó nuevamente con el número de teléfono y esa horrible voz de contestador lo enfureció.
Puto contestador, Valeria y la concha tuya, ahora qué mierda hago en esta ciudad del orto. Caminé hasta la esquina y compré una cerveza, me senté y esperé...
Me despedí de Verónica en la puerta de la casa de su madre y regresé a casa seguro de que César estaría buscando venganza. Desde la esquina vi el rostro mojado de Verónica y su ojo negro, sólo pensé en matar a ese hijo de puta, si él no me mataba antes.
Apenas pude levantarme me miré en el espejo del baño y estaba lleno de sangre, me había roto la nariz el muy conchudo, salí y le pateé la puerta, pero sabía que no estaba ahí. Hijo de puta, así que era él, el que se estaba cogiendo a la muy puta de mi mujer. Salí a la calle a buscarlo, crucé hasta lo del Pato y le pedí un fierro, este no me iba a joder, lo iba a llenar de plomo al muy puto. En la esquina un pelotudo se me plantó porque le había tirado la cerveza, nos miramos amenazantes y seguí mi camino.
Lo busqué por el barrio pero no lo encontré, al fin volviendo para casa lo vi que estaba cruzando la calle, corrí y cuando lo tenía a tiro el tarado de la cerveza me partió una botella en la cabeza...
El ruido a vidrio roto me hizo voltear y lo vi a César con un arma en la mano y un chaval que le había roto una botella en la cabeza, un disparo, un grito, corrí y le pegué una patada, alguien llamó a la policía, el pibe estaba herido, lo llevé a casa, me había salvado, esa bala me hubiera despanzurrado los sesos...
El chabón me llevó a su casa, la bala me había rozado la pierna y sangraba más de lo que dolía, por suerte había sido sólo un rasguño.
- Hank. gracias por salvarme...- le dijo mientras le daba la mano.
- El Loco, lo mismo digo...
Esa fue toda la presentación, los guerreros errantes se daban la mano, se medían dos titanes sin saber que muy pronto pelearían espalda contra espalda...

miércoles, marzo 01, 2006

V El ogro de la laguna

















- Olga... ¿Qué Olga?
- Olga Sanfish...
- ¿Olga Sanfish? No la conozco...
- Ella me dijo que la conocía.
- ¿Es maestra?
- Sí.
- ¿Dónde vive?
- En Crucecita Este.
- ¿En qué calle?
- Coronel Suárez 170.
- Sí, puede ser que la conozca. Pero igual yo no puedo hacer nada...
Con eso estaba todo dicho...
Más tarde llegó a su casa ya sin ganas de hacer algo. La bruja los sorprendió en medio de la noche Creyó recordar que ya la conocía. Nunca se había sentido tan mal. Una angustia imperiosa le estrujó el alma, una imagen le vino a la mente: una bolsa plástica y transparente vacía de aire... Como las de los productos envasados al vacío...
Era normal despertar caminando en una calle desconocida o por pasillos o escaleras extrañas, también era normal ese vacío que llevaba dentro. El pasillo de su casa lo despertó esta vez y justo un segundo antes de chocar contra aquella mujer, su vecina, redonda panza y sonrisa de cielo. Intentó armar una frase de disculpa, pero no pudo, se le nublaba la vista y no escuchaba bien, tenía fiebre y sudaba mucho. Verónica, así se enteraría luego que se llamaba su vecina, le preguntó si se sentía bien, no contestó, sólo se desplomó frente a esa mujer y su hijo dentro.
Despertó en una cama que no era la suya, nuevamente esa sonrisa de cielo y un paño frío en su frente. Acarició su mano, sentía calor, aunque la fiebre le había bajado, ambos estaban experimentando ese irresistible calor que los envolvía y los atraía mutuamente. Se dejó ir entre sus labios húmedos, los suspiros y jadeos reticentes, sabía que esa no era su cama ni esa su mujer, pero al fin y al cabo tampoco recordaba cómo había llegado allí. Verónica era dulce y hermosa, suave y callada, delicada... Sintió que esa bolsa se llenaba de aire y despertó de un largo viaje. Se rindió contra sus pechos exuberantes y la abrazó, sintiendo la distancia que su panza provocaba. Se despertó, Verónica le pedía que se fuera, su marido estaba por llegar. Salió de allí sin pronunciar palabra, sólo su mirada... directamente a sus ojos.
No entendía qué le sucedía, pero esa sensación a vacío se instalaba dentro suyo. Dedicó el resto del día en fumar y dormir, no quería pensar más en esa mujer que seguía tan presente en su memoria. Tenía ganas de llorar, sin razón, y lo hizo...
Nuevamente su despertar y esa bolsa llena de vacío... y la náusea que le vino cuando se vio cogiéndose a esa vieja puta por un poco de comida y algunos pesos. Le resultaba tan desagradable luego de Verónica, intentó cerrar los ojos e imaginar que era ella, pero el vientre fofo del ogro no lo separaba tanto como lo hacía Verónica. Sentía que quería irse de ahí, Olga lo retenía con sus filosas uñas clavadas en su espalda, el ogro se lo devoraba y sentía que moría en esa cama que olía tan mal... Fiel reflejo de Olga, veterana avejentada, desarreglada, sucia, puta, putísima y él allí: cogiéndosela sin querer ya cogérsela, prefiriendo el hambre o los cálidos pechos de Verónica. Desertó, escapó entre las preguntas de una Olga insatisfecha, al borde de la histeria...
Estuvo bajo la ducha intentando sacarse el olor y la mugre, el sólo pensar en esa vieja puta le daba náuseas... vomitó.
Golpeó la puerta y esperó, al verla allí con sus ojos ensoñados invitándolo a pasar, no dudó un segundo, nuevamente esa bolsa llenándose dentro suyo. Se hundió en su boca, desesperado, las desvistió y se unió a ella en una atemporalidad tan extraña como desesperante. Cada vez que pensaba en ella o estaba con ella se sentía frágil y con ganas de llorar... y las lágrimas brotaban una a una, tímidas, silenciosas y sus pechos y su voz y se hacía tarde y el marido y Verónica besándolo y amándolo en silencio y nuevamente el vacío camino a su puerta...
Días y días sin un cobre y la heladera vacía y ya nada que comer, las hojas del cuaderno con sal, tal vez Olga, pero desde aquel desplante suyo no la había vuelto a ver, ni contestado sus llamados ni abriéndole la puerta cuando se plantaba frente al portero eléctrico llamándolo desesperada. Sintió náuseas de sólo pensarlo, pero su estómago estaba vacío, imposibilitado de vomitar, juntó fuerzas y fue hasta la casa de esa sucia señora. En el camino recordó cómo la había conocido, luego de que alguien, ¿pero quién? Le había dado la dirección de aquel reducto político. Fue precisamente Olga quien lo atendió aquella tarde y empezó a hablar y hablar y hablar... Y lo llevó a la cocina porque allí ella tomaba mate, mate de leche porque después de los cuarenta el cuerpo necesita calcio, por los huesos, y se fueron todos y le mostró la casa y le contó qué hacían en cada habitación y pensó basta en un momento pero lo más desconcertante aún no sucedía. Y la obscena forma en que su boca succionaba la bombilla del mate y su capa roja sucia y sus labios furiosamente rojos y basta y lo desalineada que era esa mujer y en el momento menos pensado se abalanzó sobre él y metiéndole mano, arrinconándolo en la oscuridad le abrió la bragueta del pantalón y comenzó a chuparle la verga. Fue tan sorpresivo todo y tan efectivo que terminó cogiéndosela allí mismo, luego su casa, la comida, su hijo y la historia de su vida, su puta vida. Se encontró con una Olga en bata recién salida de la cama, lo hizo subir a su cuarto, mandó al hijo a casa de su padre y lo desvistió en esa cama con semen de días... Esa vieja era insaciable, rellena, de tetas caídas, desalineada y puta. Se la culeó para ver si mitigaba su hambre de sexo, pero lo que logró fue que se cagara sobre la cama, toda esa mierda sobre las sábanas, su verga llena de mierda de la cual Olga se prendió a chupar desesperada, no pudiendo soportar la náusea hizo una arcada a falta de vómito, toda esa mierda ensuciándolo todo. Huyó de la cama hacia el baño y se metió bajo la ducha, Olga lo siguió extasiada y lo arrinconó bajo el agua, sólo deseaba que apartara su boca de la suya. Al fin la pesadilla cesó y la vieja puta preparó una comida y su estómago se sintió aliviado luego de una hambruna de días. El vino, la carne, las papas al horno, todo era perfecto, todo no, allí estaba Olga mirándolo casi obscenamente. Al fin, lleno, pudo escurrirse de las garras de la vieja puta.
Pasó días sin ver a Verónica, sumergido en una pesadilla eterna con el ogro de la laguna. Comiendo regularmente bien pero al alto costo de cogerse a Olga sobre esa cama que seguía oliendo a semen de días y a mierda.
Volvía a su casa cuando se cruzó a Verónica en el pasillo, se buscaron desesperadamente, metió la llave en la cerradura de su puerta tan, tan cerca de la casa de ella. Entraron despojándose de sus ropas. A los pocos segundos, subió el marido de Verónica, pasó frente a la puerta y escuchó gemidos, siguió hasta su puerta, entró en su departamento destapó una cerveza peinó unas líneas que esnifó después mientras prendía la televisión y gritaba un gol de su equipo, casi al borde de la euforia, una puerta más por el pasillo su mujer y Hank, amándose...