lunes, septiembre 11, 2006

XXVIII El semen de mercurio


















Como en los días abiertos a cualquier encuentro fortuito caminaba sin rumbo por la avenida, sin ganas de absolutamente nada. Allí caminando también sin rumbo reconocí al Gabo que andaba con su bolsa al hombro y tambaleándose de lado a lado.
- ¡Qué haces chaval!
- ¡Eh loco, qué hacés!
- Todo bien, perdiendo el tiempo... ¿y vos?
- Y yo ando por acá viendo si alguno de estos cerdos me da una moneda, viste pal´ morfi, un ságuche de mila nomás...
- Vamos a tomar una birra, Gabo.
- ¡Dale!
- ¿Qué contás?
- No sabés... El otro día la llamo a mi madrastra y le pregunto si todavía tiene el juguete... Me dijo: “¿Qué vas a hacer?” “Nada, un laburito vieja” Así que me fui para la casa y me llevé el chumbo, me mandé a un restaurante recajeta en Juncal y Ayacucho, con una capucha y lo agarro al dueño y le digo: “Loco dame la guita, yo te voy a robar a vos, no a los clientes, así que quietito y desembuchando los billetes” El tipo estaba atragantado con un bocado de no sé qué mierda así que fue, me dio la plata y me las tomé. Yo ya los había puesto cortito con el caño en la sabiola de un cliente, porque a mí no me tiembla la mano si hay que tirar, total ya estaba jugado. Me subí a un tacho, me había sacado la capucha y conté los billetes... ¿Sabés cuánto levanté? 2300 pesos... Me tomé el palo a las diez cuadras y me choreé una motito de una pizzería, me mandé por Ayacucho de contramano, dejé el juguete en lo de un amigo y seguí. A las cinco cuadras me para un cana. ¡La puta! Me pide el registro, me pregunta por qué voy de contramano y me hace bajar de la moto. Llama al patrullero, me requisan y me encuentran los billetes. Adentro. Encima el boludo del dueño del restaurante no hizo la denuncia así que me sacaron la guita y se la quedaron. La concha de su madre, ahora los hijos de puta se deben estar repartiendo la guita. Así que una vez que pego una me garcan, encima me comí un par de días en la comisaría quinta y ahora tengo que presentarme el 15 a declarar... ¡Qué los parió! Y la guita se la quedaron esos hijos de puta.
Miraba la botella de cerveza mientras me contaba todo esto y los días de celda, había algo que estaba funcionando a la perfección y no sabía qué era... Tal vez el destino lo enviaba al Gabo a robar y que lo cagaran... Tal vez era sólo una trampera con un cacho de queso. El resorte saltó y por fin me dije que era tiempo de mirar el reloj de la pared... y la vitrola tocando y tocando, eternamente.... Ya no quedaba nada a qué esperar, había perdido el momento justo. El Gabo seguía hablando y tomando. Me dije: ”Pablo, ve a buscarla” Pero no me convencí... Si al fin y al cabo ella no quería verme... Mariana ya se estaba yendo de mi vida... con un pedazo de mi corazón desgarrado... Suspiré y tomé otro trago de cerveza. Sentía cómo latía mi sincopado órgano extirpado y vuelto a implantar... Era todo tan absurdo por momentos... Tan... Absurdo.


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