domingo, marzo 19, 2006

XI Dos Chevys
















Había arrancado ya demasiado copeteado esa noche, no pudiendo resistir los seis vodkas más toda la cerveza acumulada durante la tarde, vomité. Esa tarde había sido una larga borrachera, la Turca había llegado a visitarme y habíamos hecho el amor durante mucho tiempo. Mariana me había abandonado en aquel calor insoportable, hacía días que disfrutaba de las playas brasucas, Claudia no estaba en casa, igualmente si hubiera estado no hubiese modificado mi actitud. Claudia había cortado con su novio y nuestra relación se iba intensificando pero siempre al margen de una exclusividad sexual, o eso nos hacíamos creer. La Turca me invitó a una fiesta en La Plata, una fiesta de estudiantes de no sé qué mierda. Para la ocasión me tenía preparada una sorpresa. Me llevó a una casa de la cuál no recuerdo la dirección, era la casa de un amigo que veraneaba en Brasil, en el garage había un Chevy estacionado con las llaves en la guantera. Desperté en el asiento delantero del Chevy, la Turca manejaba a gran velocidad por una ruta, fierrera la guacha como su padre, me dormí. Desperté más tarde ya en la fiesta y realmente necesitaba despertar. La Turca me besó y me dijo:
- Clave verde, Pablo.
- ¿Ahora?
- Esa rubiecita que está allá me gusta...
Pero no tiene mucha teta...
Yo sí.
Ya lo creo... - allí comenzaba el juego.
Me acerqué a la rubia y hablé algo con ella, estaba demasiado fiacoso como para chamuyar:
Esta fiesta es una mierda.
Sí, apesta.
Sabes... podríamos largarnos de acá...
Apoyo tu moción.
Ya la Turca y Adriana, así se llamaba la rubia, se habían hecho amigas y se habían esnifado un par de líneas en el baño. Pusimos un casete de música electrónica que comenzaba a surtir efecto, nos tomamos otras líneas antes de partir...
Pablo me caía bien, se reía constantemente y su sonrisa era hermosa, la Turca me caía bien, recordé que la quinta de mis padres estaba vacía y podíamos ir a allí por el fin de semana... salvaje...
Tengo las llaves de una quinta...
¿Lejos?
No... podemos ir en el auto y en una hora y media llegamos.
Vamos.
Armá un porro antes.
Pablo no se resistió y armó unos cuantos tronchos, siempre guaso como era, no tenía límites para nada, ni para fumar ni para garchar, ni para clave verde... Arrancamos, siempre yo al volante, hicimos unas cuadras y paramos a cargar nafta. En el baño me tomé un par de líneas más con la rubia mientras Pablo esperaba en el auto, le dije que le había puesto un ácido a Pablo, uno de los que a él no le gustan, me miró asustada:
- No pasa nada flaca está todo bien...
Al salir de la estación me llevé puesto un arbolito y Pablo, preventivo, tomó el volante.
Al primer semáforo que paramos se nos puso otro Chevy a la par, adentro iban cuatro flacos que empezaron a gritarnos cosas y cuando se puso el semáforo en verde nos tiraron el auto encima, la Turca le gritó a Pablo que acelerara, él obedeció y pronto nos encontramos en una picada-persecución. Uno de los flacos sacó un arma y apareció un patrullero como de la nada. Pronto el otro Chevy dobló en una esquina y el patrullero dobló tras ellos. En el siguiente semáforo un policía se acercó:
-Buenas noches, ¿tienen prisa?
-Vamos a casa de mi madre a una cena.
-¿A las dos de la mañana?
-Estamos llegando tarde oficial...
-¿Me permite su registro?
-Eh... con el apuro me lo olvidé en casa...
-Bueno en ese caso... ¿tenés una gamba?
-(Hijo de puta yuta bonaerense tenía que ser) No.
-Qué lástima, me van a tener que acompañar a la seccional...
- Rajemos Pablo... - susurró la Turca.
No lo pensé más y aceleré, atrás quedaba el cana dando vueltas, enfilamos para la quinta, la Turca se esnifó otra línea luego se volteó y empezó a besar a Adriana... Yo siempre atento al volante, abstraído...
Decidimos dejar de lado al Chevy roñoso y doblamos, para nuestra total cagada el patrullero nos siguió a nosotros, empezó allí la cacería, feroz huida emprendimos por calles oscuras, Jimy sacó el arma por la ventanilla y comenzó a disparar. Toto y Julián iban atrás bien sujetos al asiento. Yo veía las calles como se deslizaban debajo de las ruedas del Chevy naranja oxidado.
El patrullero quedó tumbado boca abajo, el vuelco y la embestida habían sido tremendas, Jimy bajó del auto y se acercó al patrullero, se escucharon unos tiros, volvió con las armas de los policías que había rematado. Sonreía con los ojos inyectados en sangre. Aníbal le dijo:
- Calma Jimy, ya vamos por lo nuestro...
Jimy me dio una pistola, me daba asco esa mierda que había pertenecido a un yuta, pero gozaría matando a los hijos de puta que me robaron la identidad... Toto se negó a tomar el arma, le duró poco el berrinche, pronto imaginó dispararle a su hermano. Sonrió malévolamente, ya era parte del club, los cuatro armados y dispuestos a matar...
Para cuando llegamos a la quinta ya no sabía cómo me llamaba, seguimos tomando merca por un buen rato hasta que la Turca sugirió que nadáramos en la pileta, Pablo aceptó de inmediato, yo dudé, no me sentía como para entrar al agua.. La Turca se zambulló de cabeza con ropa, luego Pablo se desnudó totalmente y se zambulló también. Yo decidí entrar despacio, el agua estaba un poco fría y la oscuridad me asustaba, luego comencé a sentir una fuerte presión en mi cabeza, como si fuese a estallar. Pronto Pablo estaba penetrándome, la Turca observaba y me besaba la oreja, me sentía mal, el juego dejó de ser gracioso, me sentía mal y quería que acabara esa situación, comencé a llorar y pronto sentí que me golpeaban.
Adriana tenía miedo, se desvaneció en el agua. La Turca me dijo:
-y a esta pendeja que le pasa?...
La pendeja estaba en un mal viaje, de pronto, me encontré cogiéndomela, la Turca me había metido algo, o yo estaba demasiado loco. De un momento a otro escuché llorar a la rubia mientras yo la penetraba violentamente en el agua.
Mientras Pablo se la cogía se desmayó. La golpeamos un poco para que reaccionara pero nada. Pablo se desesperó y se empezó a poner violento. El juego se nos iba de las manos, pronto la rubia comenzó a convulsionarse... Pablo salió de la habitación y decidió incendiar la cocina. El juego se me iba de las manos, golpeé a Pablo en la cabeza hasta dejarlo desmayado y lo subí al auto, luego subí a la rubia y arranqué buscando un hospital. Luego de un largo y frenético camino llegué a la puerta de un hospital y la arrojé allí, mientras me iba pude ver que un enfermero salía a ver qué pasaba, esa fue la última vez que vi a la rubia, Adriana. Pobre flaca no se la bancó. Puse un casete de Creedence y manejé hasta casa con Pablo durmiendo como un angelito...