lunes, marzo 20, 2006

XII Puedo olerte hijo de puta

















Tenía llaves de lo de Valeria y decidí entrar sin tocar timbre, apenas podía mantenerme en pié, el ácido me estaba pegando con todo su esplendor. Entré al cuarto y encontré a Vale cogiendo con un flaco que desconocía. La habitación impregnada del ácido olor y Valeria (quien hubiese dicho que ella iba a estar garchándose a esa basura) Primeramente intenté pelear con el flaco pero apenas podía moverme, me encajó una piña y quedé K.O. Sería mejor salir de allí antes que me matara. Regresé a los brazos de las alemanas.
Ese hijo de puta por fin se había ido, al fin conocía al famoso Johnny Jell, borracho de mierda. Valeria se puso histérica, traté de calmarla pero fue en vano.
Nunca hubiese imaginado que Johnny caería en ese momento, lo quería pero guardaba un fuerte amor por el Loco, por suerte se fue, estaba dado vuelta, terminaría en algún bar si es que terminaba. El Loco me abrazó, pude ver que su pierna vendada necesitaba atención.
- ¿Qué te pasó?
- Una larga historia mujer...
- Contámela.
- Mañana, no es precisamente hablar lo que quiero hacer... - Se fundieron en un solo cuerpo en esa ácida cama.
A un par de cuadras de la casa de las alemanas estaba cuando un chaval me golpeó y empezó a patearme. Creo que tuve suerte, alguien se metió a defenderme. Eran dos contra uno, apareció un tercero que gritó:
- ¡Jimy, Toto, vámonos que viene la cana!
El flaco que me ayudó se presentó con un extraño nombre: Hank. Me dejó en la puerta del edificio y desapareció en la oscuridad de la noche.
Al abrir la puerta pude ver a un Johnny todo hecho mierda y golpeado. Ni hablar podía. Sabía que Ive se lo había cogido, ella me lo había contado, ahora nos tocaría ser las enfermeras de ese alcohólico en potencia... Bah, si alcohol era lo más sano que tomaba. Estuvo vomitando sangre toda la noche, luego le subió la fiebre y más tarde comenzó a delirar, Ive me dijo que había tomado un ácido, para peor, con lo golpeado que estaba y ¡no sabíamos qué le había pasado!
Jimy nuevamente golpeando a alguien, esta vez a un borracho drogón, para colmo saltó un chabón a entrometerse y ahí tuve que saltar yo. El hijo de puta peleaba bien, era un digno rival, pero eso no bastaba, si Aníbal no nos hubiese pegado el grito lo hubiésemos matado.
Pude sentir la hoja afilada desgarrando mi carne, ardía, pronto me llené de sangre, el hijo de puta de César me había sorprendido en la puerta de casa. Me dejó allí, tal vez pesando que estaba muerto, pensé en Vero y me dormí.
Desperté y Valeria había bajado a comprar el diario. Esperé. Llegó entusiasmada comentándome que habían volado una comisaría y habían escapado unos presos. Comencé a ojear el diario y encontré un recuadro que decía algo acerca de un tipo que había sido apuñalado en Avellaneda. Recordé de golpe a Hank, buen tipo. Pensaba volver a visitarlo algún día, pensaba...
Corría por un monte, alguien me perseguía, sentía su presencia cerca. Desperté de la alucinación repentinamente, Natalie me miraba sorprendida preguntándome en un desarticulado castellano, qué me había sucedido, intenté responder pero el rojo invadió mis ojos y regó ese monte de sangre, por donde ahora reptaba a falta de piernas, era horrible sentir que el perseguidor me mataría prontamente, grité.
Desperté, Natalie trataba de calmar a Johnny, tipo raro había resultado, estaba gritando como loco, el ácido le había pegado mal y estaría alucinando. Noté su ojo negro y que nuevamente escupía sangre. Estaba realmente mal ese muchacho. Muy pero muy mal. Encendí otro porro, parecía un buen momento, necesitaba olvidar los gritos, que Natalie se encargara de Johnny, al fin y al cabo ella lo vio primero.