domingo, abril 02, 2006

XIV Cambio de dirección






















Por un momento quise llorar, pero mi llanto estaba hundido muy dentro de mí y las mariconas lágrimas no querían salir. El amor se termina, tarde o temprano, o se fortalece. Recordé todo lo aprendido, toda la luz, qué difícil es cuando uno se acostumbra a un cuerpo, su sensibilidad, su calor, su olor, risas, llantos, verdades, cuanto dejaba todo aquello en mí. Quise llorar pero algo fallaba y mis lágrimas no salían de mis ojos. Otra vez estaba solo, contento, pero solo. Renunciar a quien queremos es difícil, atarnos a ello es obstinación. ¡Cómo atarnos a sufrir permanentemente! ¿Traicionar mis ideales? Mejor dejarme ir lentamente, dejar que me deje, dejarnos ir... Me recosté en el sillón, nos miramos fijamente a los ojos, permanecimos en silencio, diciéndonos tantas cosas con la mirada, hasta que lentamente cerramos los ojos... soñé... Nuevamente renunciar a mi dicha para dejar paso a la dicha ajena, pero si ya nuestra dicha no sería tal, en todo caso sería tortura.
- Cuando te conocí vi en vos a una persona que va a estar ahí por siempre...- le dije a Mariana.
- Cuando te conocí vi el sol...- respondió.
Ambos sonreímos y nos abrazamos fuertemente. Estábamos contentos por habernos hecho el favor de ahorrarnos sufrimiento y momentos lacrimógenos y detestables, sentíamos una malegría increíble frente a ese momento, frente a ese cambio de dirección que afrontábamos. Era difícil, pero era mejor que atarnos a una mentira y dejarnos ganar por el odio. Mientras duró fue hermoso y con eso bastaba, ¿para qué dejar marchitarnos? Mejor recordarnos así. El lazo que habíamos creado ya no se rompería, yo era su hermano perro, luchando día a día, cual hombre imprescindible. Volví a recordar momentos hermosos y sólo eran eso, pero para qué añorar el pasado, perdiéndome la posibilidad de disfrutar el presente y renovarme para el futuro. Pensé, pensé, mi alma se llenaba de esa hermosa malegría, había aprendido la lección, tantos golpes sirvieron para algo, asomaron las lágrimas una a una, pero eran de alegría frente a ese cambio de dirección. Ahora estábamos en paz, ahora podíamos liberarnos.
Levantar la cabeza y ponerle el pecho a las balas, era un hermoso final, comienzo de otra cosa, un simple cambio de dirección. Hacía calor y podía sentir gotas de sudor rodando por mi espalda, tal cual como un silencioso llanto.
Recordé que el mundo seguía girando, Mariana seguiría allí, y yo Pablo, luchando... Nada de obstinaciones vanas, solo perseverancia, porque tenía voluntad y mucha, tanto como para vaciar toda mi ansia, mi angustia, mi llanto. No sabía cuándo volvería a ver a Mariana, pero sabía que no la olvidaría jamás, había corrido mucha agua, había sido un hermoso y adrenalínico amor, y allí estábamos listos para enfrentar el futuro y lo que nos deparara. Cayó la última lágrima de mi espalda, sonreí y cerré los ojos dispuesto a dormir... y soñé... y fue hermoso...